En el municipio sevillano de La Algaba, en una parcela de algo más de 500 m2 con forma trapezoidal irregular, emerge nuestra Casa Ondulante. Lo hace desde un ejercicio de composición arquitectónica que se desprende de las propias lógicas y estrategias intrínsecas de implantación en la parcela.

En efecto, la condición urbanística de vivienda entre medianeras nos obligaba a colmatar con dos plantas el único lindero público de la parcela, el más estrecho del enclave. Hacer convivir estas condiciones urbanas con las necesidades programáticas de la vivienda nos urgía a encontrar un gesto arquitectónico, una estrategia compositiva rotunda que nos permitiese articular nuestra propuesta.

Por misteriosa alquimia, esos primeros bocetos de esquinas y encuentros puntiagudos, abruptos y afilados comenzaron a suavizarse; comenzaron a dejarse fluir y danzar con el resto de líneas de grafito; comenzaron a ondular entre suaves tangencias en unos trazos, ahora sí, continuos, sin principio ni fin, circundantes y envolventes, que se amoldaban a la parcela cual líquido derramado sobre el papel.

Desde estas ondulaciones surgió primero la estrategia de implantación. Demediamos la parcela en un sistema de doble “L”: por un lado, un gran vacío de parcela orientado a sur; por otro, una edificación de hasta dos plantas de altura que se fragmenta, desmaterializa y descompone, con esos mismos gestos ondulantes, a medida que alcanzaba el vaciado de parcela.

Desde estas ondulaciones imaginamos después dos recorridos sinuosos capaces de resolver los flujos naturales de la vivienda partiendo desde un único vestíbulo general común: apareció un primer recorrido lineal, tangente a la medianera sur, exterior pero cubierto que permitió acceder al vaciado de fondo parcela sin atravesar las dependencias domésticas; por otro lado, apareció un segundo trazado en forma de “T” que partiendo y concentrándose en un gran hall en doble altura permitió distribuir todos los interiores de vivienda.

La edificación se colmata con una planta primera diáfana que se orada en dobles alturas sobre las dependencias diurnas, y que se lanza desde su privilegiada terraza superior a los confines exteriores.