JMR Presenta
Un Ágora, una Biblioteca y un Jardín
«Me sorprendió que algunos guijarros de los que recojo en la playa tienen agujeros… a pesar de ello, el trozo de piedra no quedaba debilitado. (…) Un agujero puede tener en sí mismo tanto significado de contorno como una masa sólida»
Un Ágora, una Biblioteca y un Jardín
2.046 m2
Construidos
1.864 m2
Parcela
Un Ágora, una Biblioteca y un Jardín
Memoria de intenciones
El concepto de biblioteca ha evolucionado sustancialmente en los últimos años. Las nuevas tecnologías y el activismo social de nuestros días nos han llevado a replantear el concepto de biblioteca desde lo estático, lo hermético, el estudio y el silencio, hasta una nueva concepción mucho más amplia. Las bibliotecas contemporáneas, además de un lugar de culto a las letras y a los libros, han de ser capaces de encontrar entre sus estanterías un amplio espacio para las nuevas actividades que emergen desde lo más cotidiano de diversas actividades socio-culturales. La Biblioteca que proponemos para Villaverde surge de una profunda reflexión en torno a cómo hacer convivir una Biblioteca dentro de un nuevo Centro Social Compartido en el barrio. Entre la dicotomía pausa-concentración-silencio y dinamismo-euforia-ruido han surgido las siguientes ideas clave desde las que se ha formalizado el proyecto:
Un ágora. Butarque toma la palabra
El proyecto se situada en el distrito de Butarque, en el barrio de Villaverde, un enclave con gran dinamismo social. Las numerosas asociaciones vecinales y centros docentes en torno al emplazamiento del proyecto nos han motivado a plantear el proyecto más allá del mero equipamiento bibliotecario. Desde los primeros esbozos tuvimos claro que el proyecto debía concebirse como un espacio por y para Butarque.
Es por ello que la planta baja de la propuesta se abre al vecindario, no existen límites. El nivel de acceso a la biblioteca se convierte en un nuevo espacio de esparcimiento para el barrio, una extensión de la calle, una nueva plaza urbana susceptible de acoger todas las actividades que ya hoy los vecinos movilizan (talleres docentes, meriendas, charlas informativas, clases de baile, actividades deportivas…). Sobre ella, un juego de geometrías cilíndricas la colonizan, la equipan y la convierten en el nuevo Centro Social de Butarque.
La geometría circular favorece la fluidez en una parcela angosta en la que los vecinos se diluirán entre salas polivalentes y espacios para los más jóvenes. Proponemos una planta baja que funciona como un ágora, esas plazas donde históricamente se han congregado los vecinos para tomar la palabra. Este ágora desciende con la topografía natural del lugar, interrumpida exclusivamente por el contacto con los cuatro cilindros que albergan el programa más polivalente, así como una depresión en forma de graderío circular que otorga un escenario a la palabra.
James Jacobs ya en el siglo pasado profundizó en la eliminación de las barreras socioespaciales relevando las continuidades de la ciudad para que los ciudadanos la reconociesen como suyas. Nuestra máxima ambición es que Butarque reconozca este nuevo emplazamiento, este nuevo ágora, como su nuevo foco social.
Una biblioteca. Un nuevo concepto de equipamiento cultural
Sobre este espacio del ruido, se ubica el templo del silencio, del estudio, de la investigación, de la formación, de los libros… pero también de las nuevas tecnologías. Si la planta baja se concibe desde la adición de cilindros al vacío urbano, el espacio de la biblioteca surge de la sustracción de estas mismas geometrías en el lleno. Como si de “condensadores de luz” de Jorge Oteiza se tratasen, esas pequeñas perforaciones consiguen que la luz emane del interior de la masa, desmaterializándola. La biblioteca se origina, de esta forma, a partir de un patrón geométrico formado por patios circulares, cuyas variaciones de tamaño y posición generan secuencias espaciales que configuran las diferentes áreas del programa. No existen pasillos, los espacios surgen y se diluyen entre ellos.
… y un jardín. Una biblioteca en el exterior
“Ya tenía los hijos, ya tenía el mono, pues ahora lo que necesitaba era el castillo”. Con este mismo afán caprichoso que Julita Salmerón demostró en el largometraje dirigido por su hijo, sentíamos que aún debíamos encontrar un espacio exterior propio para la biblioteca. Ya teníamos el ágora, ya teníamos la biblioteca, solo nos faltaba el jardín. Decidimos reinterpretar las cubiertas tradicionales de este tipo de equipamientos y convertirla en una cubierta ajardinada, un jardín íntimo y propio de la biblioteca; un espacio al que salir a leer, cobijado bajo las copas de los árboles que emergen desde las plantas inferiores, desde la secuencia de patios circulares que construyen la arquitectura de nuestra propuesta.
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